jueves, 4 de noviembre de 2010

Dos estrellas

DOS. Qué número tan bonito el 2. No todas las noches cae una estrella. Nunca cae una estrella. Y pocas son las veces que un humano comun y corriente, como todos, se topa con una "estrella cayéndose". Aún cuando hay millones y millones de seres humanos en este planeta, muy pocas son las veces en que uno de estos se topa con la escena improvisada de una estrella en el cielo que se cae. La especie en extinsión, la que urge que se extinga, el hombre: casi no pone atención al cielo; lo único que sabe es que es inalcanzable, inamovible, casi indescifrable, el espacio.

Lo que no sabe es que alzando las manos, está tocando ya el cielo. El cielo empieza donde termina la tierra. El cielo es lo único que tenemos. De él caen las estrellas, que no son estrellas. Son pequeños fragmentos de meteóros que se desprenden en el espacio y que por azares del destino pasan por la atmósfera terrestre y parece como si fueran estrellas cayéndose. Y que por azares del destino lo vimos. Que bueno que lo hayamos visto juntos, los dos; qué número tan bonito el DOS.

Imagínate ahora que hubieramos esperado hasta que cayera un meteorito que destruyera la tierra; si nos hubieramos esperado hasta ver como el horizonte se bañaba de un rojo intenso mientras avanzaba entre los árboles y las montañas, sin compasión por nadie, destruyendo todo a su paso. Imagínate qué hubiera sido de nosotros si nos hubieramos esperado. Seríamos polvo ahora, seríamos hielo. Que bueno que no nos esperamos; tomamos una buena desición. Aunque ahí quedará, para la memoria lo que pasó minutos después, como prueba de que en otro tiempo, en el de Jesucristo o Mahoma, en el tiempo de la humanidad buscando una imágen de dios yo hubiera sido profeta.

Primero creímos que era una estrella. Ahora sabemos que las estrellas no se caen. Tampoco era una estrella fugáz, no sé mucho de eso, pero estoy seguro de que no lo era. Era, como ya lo dije, un fragmento perdido de algun meteorito. Creiste que era una estrella y me dijiste: "Una estrella", o algo así. Entonces dije que si las estrellas se caían, qué era lo que seguía de caerse, ¿El amor? Creo que con un beso quisiste decir que NO. Que podía ser cualquier otra cosa, menos el amor. Espero que haya sido eso.

Y aunque la gente mienta, toma en cuenta que el fin del mundo esta cerca. Todos somos profetas, aun cuando la verdad es que es meramente un rumor que se corre por todo el planeta. Quizá lo pospongan como hicieron en el 2000. Pero ¿Quién lo pospone? No sé. Pero si con un beso me dijeras que tú eres quien pospone las fechas para el fin del mundo, te lo creería. Como creo ahora que el fin de la humanidad me alcanzará en tus labios, y poco habrá de importarme.