Lo último que escuché cuando salí de casa de mi madre, fue un grito de mi hermano desde la ventana Sí, vete con tus pinches cochinadas a otra pinche parte, mi papá estaría tan decepcionado, él no crió raros ¡Chingao!… O algo así dijo el muy misógino. En días como ese, lluviosos, me dan ganas de volver; en días como estos, raros, me dan ganas de devolver; devolver todo lo que de ellos recibí, empezar, buscar otra forma de ser. No los culpo, hicieron lo que a bien tuvieron hacer, lo que cualquier familia haría. Por más que le busco, el feminismo lo heredé de mi padre; también la sublevación, la mente entre cerrada y abierta, y el alma libre. Porqué hoy tendría que regresar; más aún, a qué habría de regresar; ¿A que me pusieran a lavar trastes? ¿A lavar ropa y preparar la comida? Me salí justamente porque no quería seguir haciendo todo eso, me salí porque quería conocer el mundo, a mi manera, explorar, descubrir cosas que ya han sido descubiertas, ser un personaje de Verne.
La tarde no tenía que ser diferente. Me había acostumbrado a pasar desapercibida, a que mis días no tuvieran relevancia ni diferencia con otros; salvo esos en que íbamos a acampar al bosque. Estaba segura de que la única diferencia entre los días, eran las fechas: nunca había contemplado el clima. Y esa tarde noche estaba lloviendo y yo tan sol,a lejos de casa, sentí la nostalgia de aquellos días en que veía partirse el cielo en un espectáculo sin planeación; entre tanto edificio no puedo ver el horizonte. Es en él donde Dios y el Diablo mantienen una batalla frente a frente, espada contra trinche; Dios lleva ventaja, es el impostor que impone; el Diablo, el hijo de su pinche madre que se sublevó.
La pregunta estuvo de más, ya sabía ella, o él –que para el caso es lo mismo-, que yo sí quería pero no sabía qué cosa; en mi mente trataba de ocultar una expresión que ofendiera No sabes o te haces pendejo (a); ¿Eres puta? Me preguntó. Mi papá me había dicho desde muy chica que no me ofendiera ante una expresión así, que primero preguntara a qué se refería: porque si se dice que un hombre es puto se entiende que es gay, y una chica que se dice que es puta, recibe como diez proposiciones sexuales en una fiesta.
Así que yo le pregunté que a qué se refería, y me respondió ""A que si te gusta tortiar..."; era muy inocente y no entendí a la primera, le pedí que me explicara y me dio un beso. Me gustó; creo; espero; si no, no estuviera aquí.