lunes, 18 de octubre de 2010

Nadie sabe dónde está la vida


Un grupo privilegiado de individuos, llegó a habitar el planeta Marte después de la explosión. Uno de ellos, influyente y altanero, llamado W, se encontró en ese momento, solo; el sistema de emergencia y rescate que contrató para su familia, falló. Llevaba consigo a uno de sus guardaespaldas, por quien pagó y lo acompañaba aquél día en la reunión: la última. En la nave iban al menos un millón de personas que lograron pagar la cuota requerida, y otros miles se habían metido a escondidas; muchos vivían la misma situación que W. Intentó llamar a la compañía que tenía la responsabilidad de salvaguardar la vida de sus seres queridos, pero nada; al parecer la explosión los alcanzó y murieron con la estafa en los bolsillos.

Una vez que llegaron al planeta que conocían rojo, empezaron a bajar; se acabaron los trajes especiales para sobrevivir en aquél clima. Los magnates se reunieron, todavía dentro de la nave, en vista de que no daban abasto los trajes, y decidieron dejar morir a sus guardaespaldas, cocineros, mayordomos, choferes, mucamas, y demás innecesarios. Antonio se llamaba el guardaespaldas de W y su cuerpo sin vida, flotó por la oscuridad del espacio; antes bien el señor W sacó de las bolsas del pantalón, las pertenencias de Antonio, y encontró una carta en la que éste hablaba a una tal María: le decía que era una pena, tener que empezar a preocuparse por cosas de gente mayor; que eso de los hijos nunca había sido opción en su vida pero que aquél día que de tanta pasión las entrañas de ella se llenaron de una maza carnosa, él supo que era el momento en que, por medio de otra vida, corregiría la suya... le recordaba también las cosas que harían: cantarle al vientre inflado para estimular sus oídos; procurar los idiomas; la guitarra; la lectura; no dejarlo o dejarla ver tanta televisión; ponerle el nombre de él si era él, y el de Nefertiti si era ella; leerle desde literatura infantil, hasta poesía maldita; desde Julio Verne hasta Milan Kundera. Al final de la carta, Antonio se lamentaba pues sabía qué ocurriría; María tenía ocho meses de embarazo; sus padres no la dejaron casarse con ese guardaespaldas de quinta que tenía fama de lunático: lo que nunca supieron es que ese lunático llegó a Marte. Ahí cerca de la luna. Por eso le escribía, para que, si por casualidad ella sobrevivía, y lograba colarse en la nave, lo buscara.

W contactó al almirante y preguntó si ya sabían dónde se habían escondido los pasajeros indeseados; éste le dijo que sí, y lo llevó al compartimento rendían declaración; W preguntó por María y frente a él se paró una mujer morena con una enorme barriga de ocho meses. Pasaron semanas sin decidirse a bajar de la nave; ya la mayoría de los pasajeros indeseados flotaban en la oscuridad, hasta que el almirante le dijo a W que bajara, que había que empezar a vivir en Marte; W se decidió. Decidió seguir viviendo y dejar flotando a María. Creyó que decidió seguir viviendo... ¿Dónde? ¿Con quién? Con el aire que le quedaba, María, su cuerpo rompió la fuente, pero al instante dejó de respirar; Nefertiti agonizó unos segundos más.

viernes, 8 de octubre de 2010

Los Autri

Recuerdo ahora cuando los Autri eran felices ensayando. Casi a todo le daban importancia. Y casi nada lo merecía. Formaron parte de uno de tantos movimientos específicos en los que se mueve la música, en espiral, y siempre horizontal. Es cierto que al pasar de los años, y en el constante escribir en el libro de los días y la historia, la gente tiene que esforzarse por no quedarse varados, retrasados en un mundo que gira rápido; quizá esto sea lo que provocó aquél dicho tan emotivo que dice que "cuando se perdió la complejidad de la mente, se perdió la complejidad en la música". Un dicho muy bien dicho. Quizá sea simplemente esto lo que provocó, tal vez también tengamos que agregar el hecho de que cada vez más música en los tiempos de los Autri, venía sonando como mero ruido. A esto también tendríamos que agregar que los Autri eran jóvenes, y de echo eran los más jóvenes en los toquines que frecuentaban, en los que se encontraron con gente mucho mayor que ellos, gente que siempre les dijo que eran muy chicos y que tocaban muy bien; y la juventud siempre va a estar divida en dos, opresores y oprimidos, y esto, aunque sea relativo, o tal vez hasta falso, debo decir que era lo que hacía a los Autri una banda de indie rock, que soñaba, soñaba con llegar, ¿A dónde? No sé, quizá nunca los sepamos.

Pero eran felices, y aunque jamás vuelvan a serlo, creo que los tres o cuatro que empezaron, pueden morir en paz. Pues hicieron hasta dónde pudieron, por sacar ese no sé qué que los mantenía inhibidos. Tal vez vuelvan a hacerlo. Y aunque no lo vuelvan a hacer, nadie puede quitarles nunca la satisfacción de un ensayo bien sonado, ni aquellas palabras que se decían "oye wey, ahora sí sonó bien chingon..." Ni podrán quitarles las horas sentados en la terraza de la casa en la que ensayaban, la hermosa vista con la que contaban, las pláticas llenas de trivialidades para el mundo, complementaciones amistosas, importantes para ellos.

La gente nunca elige a sus amigos. Los amigos se aceptan tal y como vengan. Ellos pudieron ser amigos de cualquier otra persona, o tocar juntos pero sin ser amigos, al fin y al cabo todos podemos complementarnos, no hay nada de una persona tal, que otra no pudiera suponer, y la suposición bien fundada es la base de la verdad. Aún así fueron amigos, son amigos (espero). Con todo y sus respectivas diferencias de ideología, de gustos musicales (aunque en la mayoría concordaran), en sus formas de vida, en sus comportamientos (muy parecidos también, demasiado parecidos quiero decir). Se encontraron, tal vez por que el mundo es muy pequeño, o tal vez por que SU lugar de origen es pequeño.

Al fin y al cabo aunque la gente de todo el planeta diga que son de determinada nación, raza, y estilo de vida, todos funcionamos de acuerdo a la mente y el corazón (en los dos sentidos en los que se entiende al corazón). Y ellos hacían lo que su tiempo, oídos, boca, brazos, manos, pies, mente y corazón, les permitían hacer. ¿A dónde querían llegar? No sé, supongo que a ser felices... lo lograron, y a mí me entró la nostalgia.

lunes, 4 de octubre de 2010

Y todo era un sueño

Hubo un día que soñé que era escritor. Pero a comparación con la mayoría de los escritores o que en su caso, pretendieran ser escritores, no se me ocurría nada sobre qué escribir. Mal chiste el que dije en mi sueño: ¡Ah! Pues nada más es cuestión de agarrar un papel, sentarme a la mesa y escribir sobre él. Aún después de mi mal chiste (soñado, aclaro), seguía sin que se me viniera nada a la mente.

Lo más chistoso era que al contrario de lo que todos pensaran, tenía una gran vida. Comía a mi horas y a mis anchas, tenía QUIEN me cocinara (indispensable en la cocina de todo buen escritor), tenía grandes amigos (en la vida real, creo que también los tengo), una mujer maravillosa, etcétera, etcétera... Lo que no tenía era una buena historia que contar, o algún personaje fantástico y extrovertido, para poder ponerlo en diversas situaciones y contar sus aventuras y desventuras; y era escritor.

Los sueños son el reflejo de lo que piensas: de lo que quieres y de lo que NO quieres. Ahora sé que no quiero ser escritor. ¿Pero quién decide a un cien por ciento lo que quiere hacer? Ahorita puedo decir que no quiero ser escritor, pero quizá con el paso de los años, las cosas cambien; tal vez conozca gente que me vaya inclinando poco a poco y sin que yo me dé cuenta. Tal vez vaya a ser futbolista. No sé, el caso es que en mi sueño, le echaba toda la culpa de que no se me ocurriera nada a la hermosa mujer que me mantenía y cocinaba para mi todos los días, pues no me daba ningún problema, y en mi sueño, según yo, "sin problemas no hay historias que contar..."

Y así pasaba el tiempo en mi sueño. Yo me inflaba como marrano en engorda. Todo el día sentado en mi "sillón de pensar" con la lap top frente a mí, esperando una idea genial, mientras veía The big bang theory en internet, videos chuscos en YouTube, bajaba música en el Ares, mucha música, chateaba con mis amigos, publicaba cosas en Facebook, comentaba fotos, interactuaba con diversas aplicaciones, etcétera, etcétera. Todo esto hasta que llegaba aquella hermosa mujer, a la que jamás en mi sueño le vi la cara, pero que quiero pensar era hermosa, y nos metíamos a la cama casi toda la tarde noche. Solo hacíamos un pequeño descanso cuando yo le decía que la verdad era que tenía un chingo de hambre. Se paraba, me hacía de comer y después de satisfecho, seguíamos, o con el amor, o yo con mi proceso de inspiración.

Pronto me dí cuenta de que lo que no me permitía hacer mi trabajo como debía, o sea escribir, era la maldita computadora, para ser más específicos, el internet. Entonces apagué el módem. Ya llevaba escritas dos páginas de un cuento al que titulé "memorias de un adicto al internet", pero me entró el ansia de saber qué habían comentado mis amigos en mi más reciente publicación en facebook, y lo prendí de nuevo, y me quedé ahí hasta tarde.

Al día siguiente decidí tomar una pluma y un cuaderno y escribir un cuento al que titulé "el foco incandescente". Pero me agarró el sueño de la siesta de las diez de la mañana y me quedé dormido. Entonces caí en la cuenta de que lo que realmente necesitaba era una máquina de escribir. Igual que el teclado de una computadora, solo que sin tantas aplicaciones, más bien, con DISTINTAS aplicaciones, y sin internet. Que era lo que realmente me detenía. Soñé que la mujer hermosa no regresaba ese día de trabajar. No regresó en dos semanas. Me quedé sin comida, y tuve que salir a pepenar un rato, en lo que encontraba otro trabajo; me encontré una máquina de escribir que alguien había tirado y recordé mis tiempos cuando era escritor. Y desperté.

viernes, 1 de octubre de 2010

Da lo mismo... pero no es igual

Que bueno. Que bueno que las ganas de morir, por cualquier razón, como que ya no sientes o no tienes ningún motivo para preferir seguir viviendo, llegan justo cuando sabes que pronto llegará algúna razón para preferir seguir viviendo. Que bueno que llegan justo cuando peor te sientes, pero cuando aún tienes recuerdos y promesas no dichas, pero que sabes que están ahí y que tienes la resposabilidad de revivir y/o cumplir; por cualquier razón, tal vez por un lazo de sangre, por algún amor prohibido o porque simplemente se es demasiado optimista como suponer que llegará el motivo.

Al final y por más ateo que se sea, estamos concientes de que el momento de la muerte llegará solo. Y ahora que lo pienso, ¿Acaso todos esos que han muerto en combates, todos los que murieron (mataron) en Tlatelolco, los que murieron en la guerra por la Independencia de México, en la Revolución, en la Guerra de Reforma, en la Cristera, todos esos fueron buscando la muerte? Yo creo que cuando no se busca, ni si quiera se le da importancia, es cuando no existe el miedo y la gente se confunde y piensa que es valentía.

Y a propósito de todos esos que han muerto, en especial los cuates que Díaz Ordaz se complació en acorralar, creo que alguien tiene que morir para quedar en la memoria, en la historia, para poder aprender de los errores del pasado... Lo malo es que no se aprende. Y la historia se va, se va, se va, se fue, nos dejó.

Y si nadie hubiera muerto, entonces jamás nadie habría estado inconforme con el sistema. Es aquí donde pienso que: entonces, el ser un incoforme social es un estilo de vida; de antemano se sabe que la utopía no se logrará; pero igual si se vive reprimiendo la incoformidad misma es como si no se viviera, entonces da lo mismo. La gente dice muchas cosas, y yo pregunto ahora, ¿es necesario, a partir de la afirmación de que las promesas se hicieron para cumplirse, que la gente prometa o jure todo lo que dice para asegurarnos de ser lo más sinceros que se pueda todos con todos? Pues dónde quedó eso de que "la niñéz y la juventud son el futuro de nuestro país". ¿Por qué jodidas nos callaron en el 68? ¿Por qué jodidas nos callamos ahora?

Entonces má bien sería: "la niñéz y la juventud, son los titeres del futuro..." Así que estudia, trabaja, y sigue el orden porque si no te convertiras un inconforme social, que actualmente es sinónimo de flojo. Entonces ¿Echaremos la güeva? ¿Asistiremos a alguna conferencia aunque sepamos que eso no nos hará más grandes? Da lo mismo... Da lo mismo si me muero hoy, si me muero mañana. Hay que cumplir con la ley cósmica que nos fue concedida. Gente tuvo que morir en el pasado, pues... ¡¿Cuántos millones de personas seríamos hoy?!