domingo, 17 de julio de 2011

Quizá continúe corriendo

I

-Oiga, señorita, ¿Qué hora tiene por favor?- Inició el inoportuno aquél con ese tan desprestigiado recurso, por que no se le ocurrió otro mejor.

-Quince y las doce- Respondió la chica un tanto desconcertada.

Al ver la cara que puso la chica, el inoportuno decidió sentarse junto a ella e intentar explicarse, -Usted disculpe, no sabía cómo comenzar...-.

La mujer de escasos dieciocho años se puso de inmediato a la defensiva y le preguntó en un tono amable pero prevenido, -¿Qué se le ofrece joven?-.

-Nada. Sentarme, conversar; sospecho que tiene usted muchas cosas que contar.- Y vaya que las tenía -La vi y se me ocurrió que tal vez podríamos charlar un poco, dígame ¿Sabe usted andar en bicicleta?.- (...)


II

El joven aquél nunca supo cuan desconcertada me dejó, con la forma tan extraña con que llegó a saludarme. Qué lástima que se haya ido tan pronto; ahora se me ocurre que tal vez pudimos conversar sobre el miedo. No quería llegar a donde sea que tenía que llegar.

Supongo que notó mi desconfianza; era medianoche y ¿Quién carajos hoy día se pone a conversar con gente desconocida? Cuando eso pasa es obvio que de inmediato te pongas a la defensiva (...)


III

-¿Sabe qué? Yo creo que mejor me voy. No quiero resultar molesto, mucho menos inoportuno- Inoportuno, cuánta risa le daba esa palabra. La chica puso una cara de todavía más extrañeza. -Nos vemos- Se despidió y apenas iba agarrando camino cuando escuchó que ella le dijo -¡Que tenga buena noche!-.

¿Qué hace una mujer joven, sola, sentada a esas horas como si nada? Seguramente esperaba a alguien, y al pensar esto, el tipo detuvo su paso. Pensó en regresar, "Es peligroso para una chica estar sola a estas horas". Vaciló al pensar "En fin, no es nada mío" Se quedó parado meditando las dos opciones: regresar o seguir el paso. Prendió un cigarrillo. Él quería ser humo...


IV

Yo nada más quería ser viento... A lo mejor él sí hubiera querido quedarse hasta las cuatro de la mañana esperando a que las regaderas del jardín se encendieran. Tal vez a él sí le hubiera gustado ver ese evento.


VI

Se encaprichó con la idea de regresar pero no lo hizo porque eso de ser un caprichoso no era lo suyo. "¿Qué es de quién?" Pensó y caminó de vuelta en dirección de la chica.

¿Cuántas veces se había visto una balacera en el centro de la ciudad? De unos años para acá, puede pasar de todo por estos rumbos. Qué inoportuno resultó el asalto. Las calles que habían estado solitarias se llenaron de patrullas en menos de cinco minutos. Y en ese momento el tipo tenía dos nuevas opciones: Seguir, arriesgarse, correr para buscar a la chica a la que había dejado sola para no resultar molesto e inoportuno; o correr para salvar su existir.

¡Ah! Qué absurdas eran las dos ideas.

Se quedó oculto tras el tronco de un árbol en la esquina del jardín en donde la chica se había quedado. Si pasaba por ahí, iba a ayudarla y a tratar los dos de salvar su respectiva existencia.

Solo alcanzó a ver que ella corría hacia el otro lado.