sábado, 27 de marzo de 2010

El lugar más bello del mundo

En ninguna otra parte del globo giratorio en el que vivimos viajando, pega el sol tan placenteramente, como en ese lugar, al que a falta de expresiones para demostrar que lo amo, he decidido llamarlo así.

Extraño los días que pasaban inadvertidos como esperando un futuro no muy lejano, que creo que ya es hoy, en los que casi no tenía nada que hacer; en los que me levantaba, ni muy tarde ni muy temprano, salía al balcón y me estiraba. Observaba la casa vacía, todos, quiero decir, todas, las mujeres que la habitan, habían salido a sus respectivas labores cotidianas, todas ellas en una escuela diferente. Una, luchando por que la escuela no entorpezca su conocimiento; la más chica aceptando todo lo que le dicen, es una niña, solo quiere divertirse; y la más grande, pero no por eso la más floja, entorpeciendo la educación de unos cuantos niños, pero a la vez haciendo su mayor esfuerzo, más que por el salario decente, por poner el ejemplo. El ejemplo ese que le falta a todo México, sí, mi madre suda trabajando...

Esas tres mujeres son las que complementan el paisaje maravilloso que me ofrece ese lugar, cada vez que despierto y estoy ahí.

Extraño sus carreteras rodeadas, envueltas en ese verde que parece y espero que nunca muera. En vueltas, sí, las carreteras en ese lugar son puras y malditas vueltas. Extraño los cerros que están ahí como a la expectativa, como trincheras, protegiendo a los hijos de los ríos que tienen a sus pies. Extraño el sol en mi frente, porque el sol es el mismo en todo el mundo, pero a este lugar llega un brazo diferente, especial; y aún así, sus pobladores se quejan por causa de él.

No se porqué se empezinaron en dividir ese lugar en municipios (bueno, creo que si sé porqué), pero yo, en el lugar de aquellos que lo hicieron, y en este momento, si tuviera el suficiente dinero, si tuviera algún apellido bonito, de los caciques que dominan mi lugar más bello del mundo, lo nombraría sin pensarlo, mi país. Mi nacionalidad, sería por mero instinto del habla, Huasteco.

Hace ya varios meses que salí de ese lugar, para cambiar las rutinas. Y para buscar alguna profesión que fuera de mi agrado y que no me exigiera más de lo que puedo dar (no es presunción, pero puedo dar mucho, lo sé). Al menos hasta hoy, estoy convencido de que la encontré, que satisface mis gustos y mis sueños, mis ambiciones y mi vida.

Ésta noche, después de varios meses de estudio, mezclados con tantas cosas que pasaron, por mi mente, por mi vida, por la uni, por lo que amo, las cosas que descubrí, los amigos, los hermanos, las botellas de las caguamas (llenas, vacías después), voy a regresar. Voy a regresar a ese lugar que es para mí, el más bello del mundo. En donde se encuentran enterrados los restos de las cuerpos anteriores a mí, los que me facilitaron la vida. Y a la vez me la dificultaron.

Todas las personas, aún las más frívolas, conservan recuerdos del lugar en el que aprendieron que la vida no es otra cosa, más que eso... y eso, los hace amarlo... como yo hoy y siempre amaré a la Huasteca, a mí Huasteca.

1 comentario:

  1. Te entiendo, y la verdad me gustaría sentirme así. También volví a mi lugar de origen y me siento algo "fuereño". No es lo mismo, extrañaba volver y ahora, con unos días aquí, ya extraño salir. No es que odie mi hogar, para nada, sino que siento que ya no encajo como antes :S.

    Buena vibra.

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