jueves, 10 de junio de 2010

A un lado de la puerta

En mi casa hay una cocina, como en todas las construcciones que presumen de ser casas, supongo. Estaba yo sentado en la puerta de ésta. Está la puerta que da al patio, que no sé porque se empeñan en llamarlo patio, si es muy pequeño, eso no creo que entre en la definición de "Patio"; al lado de la puerta está el fregadero, en su borde está el frasco que ocupo para el jabón, en el otro extremo están los trastes, recién lavados en ese momento; y en frente de todo esto está la pared, y yo recargado en ella, a un lado de la puerta.


Fumaba. Pensaba. Miraba con claridad como dos nubes estaban a punto de chocar. Cuando relacioné a las nubes con cualquier otro acontecimiento aquí, en la tierra, que hiciera estallar a las multitudes, pero que a la vez, estuviera totalmente fuera de mi alcance. Me imaginé el tumulto que crearía en esos momentos, allá en el cielo, el choque entra esas dos colosales nubes. Tal vez hubo heridos mortales, quizá se reformó la continuidad de la vida en el cielo, tal vez pasaron muchas cosas, yo no puedo hablar con las nubes, ellas tampoco con migo. Y aún cuando lo hicieran, lo haríamos inconscientemente (como quizá lo hacemos).


Su vida, la de las nubes, pasaba un momento verdaderamente dramático. Tal vez tenían familia. Eso de verdad me preocupó. Entonces me dí cuenta de que ellas en realidad no sabían, no estaban totalmente conscientes de su dramático momento. Yo sí. Yo, el espectador, quizá el único en ese momento de agonía, me dí cuenta de que hay personas que se quejan y hacen al arde de su "dramática vida", cuando en realidad, lo que hacen no es, más que querer hacerse las víctimas, ó, en el peor de los casos, los interesantes.


Hasta aquí las nubes. Hasta aquí me dí cuenta de que realmente hablé con las nubes... ¿O ellas hablaron con migo?...

No hay comentarios:

Publicar un comentario